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PATCHUKO

Las piedras que hablan

Las piedras que hablan Hay cinco, son perennes al tiempo y al agua. El agua que se desliza en sus cabezas, en sus gargantas, brindando un espectáculo tranquilo y hermoso. Con una pose de orgullo, observan a los efímeros y caducos transeúntes que los recordarán por escasos segundos. Están despiertos de día y de noche, quietos inquietantes vigilantes en la plaza de las Platerías.

Pero no están solos, están con los suyos. Mejor dicho, con las suyas, con las piedras de antiguas canteras que durmieron ocultas en ellas hasta el siglo XI. Formaron a partir de entonces parte de una decoración escultórica románica en el tímpano, las jambas sustentarías y el friso alto misterioso de personajes igualmente misteriosos.

Bloques de un color ceniza que siempre existieron, esperando que les dieran forma. Porosos al tacto y herméticos al tiempo, tan fríos y tan cálidos, testigos con alalía sempiterna de tantos sueños deseos y esperanzas. Millones de almas peregrinas viajaron hasta aquí para sentir esa magia.

Todo aquí es misterioso, mágico y místico... aveces sueño que con mis brazos albergo grandes, antiguos bloques de piedra, abrazándolos para conseguir aunque sea solamente una porción minúscula de su energía.

Y sueño que soy feliz, acercándolos a mi pecho y me impregno del misticismo de ese lugar. Los aprieto con fuerza sintiéndome dichoso como nadie en el mundo. Y mientras los cinco pétreos caballos me observan, los chorros de agua se deslizan entre sus quijadas.

Cuando nadie mira, cuando todos duermen, hay un rumor confuso. Muchas voces al tiempo se hablan. Nadie lo ha oído nunca, pero es cierto. Caballos, piedras y gárgolas, se cuentan aventuras y se aferran a ellas, se saben importantes y sonríen esperando al primer peregrino de la madrugada.

¡ Shhhhhh, Calla! ¿Escuchas? Solo puedo hablarte de un lugar.
Del lugar en donde las piedras hablan. Donde las piedras me hablan, Santiago de Compostela.

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